Un amor Paternal

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Gonzalo Sotelo, volante de la Cuarta, y su papá Raúl, utilero de Inferiores, comparten intimidades de su vínculo con el club. Dicen que Argentinos es su casa, recuerdan el viaje a China y revelan su iniciativa solidaria durante la cuarentena. “Ayudar te llena”, coinciden.

“Para mí Argentinos es todo. Mi señora siempre me dice que es como si tuviera un solo hijo, porque me la paso todo el día con él y a las nenas las veo los domingos, ja. Recién ahora con la cuarentena estoy compartiendo más con ellas…”.

Raúl Sotelo ni siquiera termina la frase y se le escapa una sonrisa difícil de disimular. No es la primera oportunidad en la que le pasa: la situación se repite una y otra vez desde hace más de 10 años. Porque, en 2008, su hijo Gonzalo pasó a formar parte del Semillero del Mundo. Y, apenas unos meses después, tras perder su trabajo, aceptó un nuevo desafío: es uno de los utileros que acompañan a sol y sombra a las Inferiores.

Sus fichas los ubican lejos del CEFFA y aún más de las tribunas de Boyacá o de Gavilán. Ambos construyeron su vida en San Miguel, pero el destino los empujó a continuar su historia en el Bicho. Y ya se volvió su segundo hogar. “Paso más tiempo ahí que en mi casa… Hoy el club, más que mi segunda casa, es la primera”, corrige Raúl. Y el volante de la Cuarta, que arribó a La Paternal cuando tenía seis, agrega: “Para mí Argentinos ocupa todo. Y vestir esa camiseta es un orgullo”.

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El de Gonzalo y Raúl es un amor tan fuerte que trasciende fronteras y hasta alcanzó a cruzar océanos. Lo hizo en 2015, cuando el juvenil armó la valija para jugar la Wifang Cup en China con varios compañeros de aquella Séptima División, y su papá se subió al avión sobre la hora. “No fuimos en el mismo vuelo, pero allá estuvimos juntos y fue muy lindo. Una experiencia única”, cuentan.

¿Qué significa representar a Argentinos en otra parte del mundo?
G: Siempre es un orgullo. Ya ponerte la camiseta es un privilegio. Aparte, Argentinos en Inferiores es el mejor club. De ahí salieron los mejores…

Gonzalo Sotelo osciló entre distintos puestos. Empezó de enganche y, si bien hoy es volante central, debió acostumbrarse para ganarse un lugar. “En Octava -recuerda- fui extremo derecho por decisión de Hugo Ratallino y Ricardo Alarcón. Me acostumbré, pero después me pasaron de extremo izquierdo, seguí de enganche y ahora de doble cinco… ¡Y me acostumbré a todos los puestos!”.

Luego de dos años sin perderse un partido, el juvenil llegó a Cuarta, donde las presiones afloran y el tiempo se vuelve escaso. Y, si bien la frustración golpeó su puerta a principios de año, se permite disfrutar. “Entro a la cancha a divertirme con responsabilidad, sabiendo lo que tengo que hacer. Pero no deja de ser un juego”, se explaya.

En Cuarta todos piensan mucho más en la Reserva…
G: Cuando no me llamaron para la Reserva en las vacaciones me bajoneé. No quería pisar Cuarta, pero lo tuve que asumir y ponerle ganas para subir este año.

¿Qué fue lo que te ayudó a levantarte?
G: El querer ser jugador de fútbol. El sueño que tengo de jugar en Primera me empujó, además de las palabras de mi familia…

¿Qué dijeron?
R: Hablamos para que vea las cosas positivas y le meta ganas. Eso de divertirse se lo enseñé en el Baby: le dije que una vez que no se divierta más no puede jugar más, porque deja de ser un juego.

¿Cómo son las charlas después de los partidos?
G: Siempre me dice cosas que son por mi bien y a lo mejor no las veo. Desde afuera el partido se ve mucho más tranquilo y fácil que desde adentro.

R: Ojo, así como se las digo a él, se las digo a todos…

G: Si jugué mal se da cuenta por mi cara que no me tiene que molestar, porque sé que hice las cosas mal, ja. Pero si ve cosas que yo no, me las dice.

Hoy, que el aislamiento social y preventivo los mantiene lejos de las canchas, encontraron otra forma de seguir disfrutando juntos: colaboran con un comedor asistiendo a los más perjudicados por la pandemia. “Se extraña el día a día, pero es lindo poder ayudar. Nosotros en el club podemos tomar mate o comer con los chicos, pero no lo necesitan. Acá es distinto: estás dándole una mano a la gente que realmente lo necesita y eso te llena un montón”, dice Raúl.

¿Cómo surgió la idea?
R: Yo siempre estuve atrás de poder ayudar, tratando de hacerlo con lo que uno puede. Cuando empezó la cuarentena, mi cuñado me presentó a un muchacho al que le llevamos un par de cosas y, aparte, mi señora conoce a una mujer que está en “La casita del barrio Mitre”*… Me metí de lleno con ellos. Estamos llevando donaciones ahí: hacemos facturas, panes y les llevamos. La familia Marchetti nos está dando una mano. Son cracks.

Qué ejemplo te está dando tu viejo, Gonza…
G: (Sonríe) Jamás me olvidaría de la gente que más lo necesita. Es lo primero que me inculcó mi papá: que no me olvide de dónde salí, de la educación y de ser humilde. Eso va a estar siempre en mí.

Es un amor Paternal.

(*) Si querés colaborar con «La casita del barrio Mitre» podés comunicarte con Raúl al 11-5739-1121.

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