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Campeón de la vida

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Carlos Vega, categoría 2005, sufrió una dura enfermedad que lo alejó de las canchas por un año. Recuerda la angustia por creer que no iba a jugar más al fútbol, dice que Argentinos le dio todo y sueña con regresar a la pensión. “Volver a entrenar fue como volver a nacer”, relata.

Carlos Vega no se olvida de aquel día. No se olvida de aquel día en el que su corazón lloró y sus sueños quedaron en vilo. Aquel día en el que debió guardar los botines en el placard, creyendo que iban a quedarse ahí para siempre. Y que siempre la canchita de enfrente de su casa iba a parecerse al Autocrédito Diego Armando Maradona en una suerte de simbiosis. Pero el siempre se transformó en pasado y esa imagen recurrente, en una anécdota.

Porque le 25 de mayo lo marcó para toda su vida. Apenas tenía 11 cuando, en 2016, viajó hasta Mendoza con su familia para ver por primera vez a su hermano Gonzalo defender la camiseta de Argentinos. Dos años después, Carlos dejó de divertirse pateando de un arco al otro en su Jujuy natal para despilfarrar su talento en El Semillero del Mundo. La aventura compartida no duró más que unos meses: Gonzalo quedó libre y el “Juje” empezó a rodar su propia historia en la pensión.

Dos años más tarde, el 23 de mayo volvió a sacudir su memoria: poco tiempo después de su debut en la Novena frente a Vélez y de firmar el triunfo ante Huracán con un remate de tiro libre, el cuerpo le dijo basta. Fue en un entrenamiento cuando sintió una molestia en la columna y, al día siguiente, ese dolor lo obligó a bajarse del partido contra Defensa y Justicia. “Al tiempo tuve que pedirles ayuda a los chicos para ir al hospital, porque estaba acostado y no me podía levantar”, relata. Y el silencio pasa a ser el único protagonista.

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El juvenil, que en febrero cumplió 15, tuvo que sortear más de 60 días de angustia y otras 60 noches de incertidumbre hasta abandonar el sanatorio Pedro Elizalde: “Pasé de entrenar todos los días a estar en la cama sin poder moverme de ahí”. Pero la única pregunta que se le cruzaba por la cabeza era si iba a poder volver corretear por la banda derecha o convertir algún gol, como en sus tiempos de delantero o de ocho. “Me dijeron que tengo tuberculosis en el hueso. Que si se rompía ese hueso me quedaba paralítico”, explica.

– ¿Qué fue lo primero en lo que pensaste cuando te dijeron eso?
– Que no iba a poder jugar más al fútbol. Y yo rogaba que eso no pase, porque lo único que quería era volver a tocar la pelota. Volver a jugar todos los sábados, volver a los entrenamientos…

– ¿A quién te aferraste durante ese tiempo?
– A mis papás, que vinieron desde Jujuy y, como el pasaje estaba caro, tuvieron que adelantar sus vacaciones y quedarse en Buenos Aires. Mis compañeros también fueron a verme y me hizo muy bien. Me hizo más fuerte.

– ¿Cómo te sentís ahora que empezaste a hacer algunos ejercicios a la distancia?
– Volver a entrenar fue como volver a nacer. Ricardo Alarcón me presentó ante todos, dijo que volvía a sumarme y eso me hizo feliz. Trato de adaptar los ejercicios a lo que puedo hacer, porque el objetivo es claro…

– ¿Cuál es?
– Volver a Buenos Aires. Si mi papá no tiene más deudas y me dan lugar en la pensión, me gustaría mucho volver. Espero todos los días ese llamado, porque Argentinos me enseñó mucho y me dio cosas que no podría tener. Por ejemplo, un lugar en donde quedarme cuando se fue mi hermano. Estoy agradecido… En realidad, Argentinos me dio todo.

Pasó un año y Carlos Vega todavía no se olvida. No se olvida de aquel día en el que creyó que debería despedirse de su sueño. No se olvida porque no puede, pero tampoco quiere: todavía necesita de alguna alarma que le recuerde que su futuro depende de una pastilla. Y, mientras completa la rutina de la Octava en su casa, vuelve a ilusionarse. Porque la imagen de la canchita de enfrente ya no se mezcla con la del Autocrédito Diego Armando Maradona. Sabe que gambeteó a las peores para ganarle al destino, aunque su mirada está puesta en el teléfono, a la espera de algún llamado para volver a la pensión y seguir escribiendo su historia con los botines. Es un campeón de la vida.

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